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LO QUE VIENE CON LA PANDEMIA

Quisiera aprovechar esta oportunidad de publicar un trabajo en el contexto del Primer de Mayo sobre la problemática que va a vivir la población en el futuro inmediato y muy concretamente la clase trabajadora. El Uno de Mayo se celebra como homenaje a un grupo de luchador@s y trabajador@s que fueron asesinados tras la huelga de Chicago de 1886. Ell@s querían el bienestar de la clase obrera y de lo que es el «pueblo»1, reivindicando en su actualidad las ocho horas, entre otras propuestas, para el bien de sus semenjantes. Por ello cabe reflexionar sobre el horizonte inmediato que se asoma ante la actual crisis sanitaria que también será económica, y replantear nuestras posibles reivindicaciones, oportunidades y formas de organizarnos.


Vino una pandemia


Se ha desatado una pandemia de un nuevo virus que ha mostrado ser muy contagioso y con la suficiente peligrosidad como para matar a personas vulnerables. Después de cien años, se han tenido que tomar medidas especiales contra una pandemia en el mundo occidental, que ha paralizado la economía, no ya solo por decretos, sino por el propio descenso de la mayor parte de la demanda. Salvo algunos casos, empresas, autónom@s y trabajador@s, han dejado de recibir ingresos, con el consiguiente peligro de las personas con menos recursos (asalariad@s, trabajador@s en negro, parad@s de larga duración…), y el ruido de quienes aunque tengan bastante más (empresari@s), tienen más capacidad de hacer ruido, dándose bastantes casos de exigir una apertura de los negocios y de la economía, que no llegaría a nada, porque la demanda seguiría igualmente reducida. El resultado es que aunque la economía se para, la vida continúa, encerrada, pero con necesidades de consumir alimentos, agua, energía y desechar (la basura). Y en la actual situación, necesitándose un trabajo extraordinario en los servicios sanitarios. En suma, hay cierto consumo y gastos, que en algunos casos es normal e incluso grande, en un contexto de pocos ingresos y actividad económica. Todo esto sin mencionar el trastorno para una sociedad quizás muy segura de su inmunidad, tras la experiencia de pandemias pasadas. El virus ha mostrado no solo lo vulnerable que es el capitalismo ante un hecho natural, pero también del modo de vida y de nuestra mentalidad. Por llamarlo de alguna forma, al espíritu de nuestra actual sociedad. Esta pandemia promete cambiar muchas cosas en, al menos, la próxima década.


Viene una crisis económica


El capitalismo no va a reconocer sus carencias para gestionar una crisis pandémica como la vivida, y la que podrían llegar. Simplemente dejará pasar todo lo ocurrido y el déficit lo pagarán los Estados, es decir, con el dinero público. Ya pasó anteriormente en otras epidemias de la historia reciente. Pero ese gasto público extraordinario no está previsto en el último presupuesto, si bien se haya utilizado la reserva para imprevistos (que no espera un parón total de la economía en meses). En los siguientes presupuestos se deberá recortar en otras asignaciones para seguir cumpliendo con los programas. Es fácil pensar en los gastos militares, pero quizás no sea suficiente para pagar todas las ayudas donde se deben incluir las prestaciones que son prácticamente salarios reducidos de los ERTEs, sin olvidar las compras de material extraordinario para la crisis sanitaria (así como el personal contratado en la sanidad pública temporalmente).

Pero todo ello no tiene en cuenta algo mucho más profundo, difícil de resolver: el tejido económico de la España actual. En gran medida, nos basamos en una economía terciaria muy centrada en el turismo, que establece un modelo urbano caracterizado por la masificación de ciudades, transportes y ciudades. A veces incluso de algunos focos rurales. En segundo lugar, la hostelería, que aunque no depende del turismo, sí encuentra un complemento con este factor. Pero teniendo en cuenta las medidas adoptadas, desde luego sus ingresos van a ser muy inferiores, ya que no se permitirá la aglomeración que caracteriza la mayor parte de los sectores de este entorno. Otros sectores, como el comercio, se verán también afectados, aunque quizás en menor medida. En cambio, parece que se fomentará el teletrabajo (que ya avanzaba en algunas partes del mundo occidental), y se plantean las posibilidades de «reindustrializar» el país, es decir, incentivar el trabajo de producción, para compensar el previsible parón en el turismo y la hostelería, al menos durante el siguiente año o dos (hasta que se encuentre un tratamiento viable, si es que se encuentra).

Con todo no nos debemos hacer muchas ilusiones. Ya vimos que no hubo muchos escrúpulos en llevar a l@s emplea@s a trabajar en grupos y a hacinarse en el transporte público, mientras estaba prohibido los paseos individuales y otras actividades más bien aisladas. Seguramente estaremos bastante tiempo con todo tipo de medidas de seguridad en los trabajos, pero la alta actividad física en unos casos, el tocarse la cara sin darse cuenta en algún momento de ocho horas de trabajo diarios en otros, y las limitaciones materiales de siempre (que hacían que antes de la crisis podríamos encontrar todo tipo de aberraciones materiales en los centros de trabajo) hará que el contagio esté ahí, cosa que quizás debamos asumir como natural o irremediable teniendo en cuenta las características del virus, pero muestra que el hacinamiento en el trabajo no desaparecerá del todo, a pesar de su inevitable peligro. Se necesitará mucho tiempo para que el virus desaparezca prácticamente y los centros de trabajo, incluyendo las grandes cadenas, no pueden esperar tanto.

Sería una buena opción resucitar el trabajo productivo de pequeños grupos, o incluso a nivel individual, donde podríamos fomentar las pequeñas colectividades o «cooperativas» (en su sentido sano, no lo que pulula actualmente por ahí) pero para ello se necesitaría una dotación económica para comenzar un proyecto, medios seguros de hacer la llegar la venta teniendo claro una demanda segura, facilidades en infraestructuras, y otra serie de factores, que hagan segura la iniciativa.


Lo que vendrá


Como hemos mencionado anteriormente, parece que muchas cosas cambiarán. Habrá que aprender a vivir con este virus (y posiblemente con nuevas pandemias en el futuro), teniendo en cuenta que es perfectamente posible que surjan nuevos rebrotes. Hay quienes se sienten inmunes y prefieren su libertad a preocuparse por la población vulnerable, actitud que ha prosperado en Estados Unidos, pero en nuestro entorno la responsabilidad y la solidaridad parece tener prioridad. El único obstáculo frente a las medidas ha sido con el sentido común, donde en casos específicos se entiende muy claramente que no hay riesgos. Como el Estado sintetiza una realidad muy amplia en una serie de normas básicas, difícilmente puede considerar la gran diversidad de excepciones que pueden darse. Al final, el control de la pandemia no lo hace la policía, cuyo número es insuficiente, sino la propia conciencia de la población. Sin su colaboración y voluntad, es imposible reducir los contagios. Es desde el entorno más cercano donde se conoce lo que ocurre y desde donde se racionaliza con sentido común e información de l@s expert@s de lo que se va conociendo de algo que, en fin, es nuevo. A mi ver, la lucha contra esta pandemia tiene su éxito desde lo local, no desde el Estado, que solo ha hecho su papel de usar lo que realmente no tiene la población en su conjunto. Su gestión puede haber sido positiva o negativa, más o menos influida por l@s técnicos, pero es un buen funcionamiento local lo que puede limitar los contagios y dar pautas de seguridad reales y consensuadas. Y es desde lo local donde el anarquismo actual puede funcionar muy bien, recurriendo a los medios tecnológicos disponibles, preferentemente, pero si no comunicándose con las medidas que se puedan adoptar en distancias y equipo. En esto, lo comunitario debe distinguirse de lo privado y estatal.

Esto sería lo deseable. En cuanto lo que va a pasar, podemos aventurarnos a predecir un fortalecimiento del modelo socialdemócrata y un debilitamiento del neoliberal, incapaz de dar respuesta y que no ha ofrecido gran resistencia a las requisas del Estado en un problema del que se desentendían (hasta tal punto de que las clínicas privadas derivaban a la sanidad pública a sus pacientes). No podían dar respuesta ni daban ni dan, ni tenían por qué, dar cuentas a nadie de su gestión ante nadie que no sea su pequeño circulo particular. No parecía ni parece la mejor actitud en la actual situación, y si bien el control del mundo lo siguen teniendo quien tenga el dinero, y estos son hoy liberales o neoliberales, parece claro que la población actual, que no es ni mucho menos anarquista en su mayoría, apoyará el modelo socialdemócrata, con los matices que se le quiera dar. Si junto a esto se da ese proceso de reindustrialización, para no repetir la dependencia que se ha tenido en la crisis para adquirir respiradores, mascarillas y demás material y equipo, vamos a encontarnos en un escenario nuevo, ya que dicha «industrialización» (como sinónimo de economía productiva y no de servicios, de sector secundario y no terciario), que tampoco significa una vuelta atrás a lo que teníamos en los años setenta u ochenta. Será diferente, quizás con menor número al as grandes masas industriales conocidas, con cadenas más aisladas, con más protecciones, y muy probablemente una mezcla entre las nuevas tecnologías y la producción de material básico, más allá del sector alimentario, que en España se mantenía activo, y que así ha continuado (con sus altibajos) durante la pandemia. Existen posibilidades de cierta ruralización, pues si se limitan las fronteras, se necesitará una intensificación agrícola en el país y un cambio de mentalidad de la población frente a la urbanidad y la ruralidad, que ya veremos cómo se da. Es muy probable que se limiten los viajes, especialmente en avión, ya que parece que ha sido uno de los principales medios de la expansión. Cogen fuerza las propuestas de decrecimiento, ya que muchas de sus propuestas se han llevado a la práctica de forma inevitable, pero el nivel de consumo será más instintivo por los factores que se impongan que por la propuesta decrecimientista en sí, lo que hace que sus propuestas no seguirán la lógica y sentido de este movimiento, por lo que quizás veamos contrasentidos. Desde luego, la deuda pública que se va a generar, no se va a perdonar, y es previsible quienes lo van a pagar y con creces, porque vendrá acompañado de recortes de derechos que sirven para defendern@s. Por ello conviene hablar de nosotr@s.

Tenemos varias cuestiones inmediatas: promete que al menos durante un año, dos o tres, no habrá manifestaciones ni concentraciones de más de quince personas, afectando también a muchos piquetes. Las asambleas no podrán superar cierto número y para prevenirlo habría que limitar su libertad, por lo cual la condiciona muy negativamente, y son nuestras principales formas de resolver cuestiones y tomar decisiones. Sabemos, por experiencia, las grandes limitaciones de las videoconferencias, que funcionan, pero no establecen las mismas garantías para tod@s. Sin duda existen formas de hacerlas seguras pero es probable que las autoridades no confíen y las quieran limitar. Por otra parte, sí quedan muchas formas de acciones y de organización. No parece que se limitará gran cosa el reparto de octavillas, al menos no legalmente, pero suponiendo que existirán algunas medidas o recomendaciones. Actividades en la calle en pequeños grupos se podrán hacer. Dentro de los centros de trabajo, la naturaleza de las actividades que ya llevábamos, mucho menos hacinadas que el trabajo en sí, promete que no se alterará en casi nada. Parece que incluso la huelga se ven más favorablemente, y desde luego una huelga, que es no trabajar hasta que se cumplan unas reivindicaciones, se podrán hacer casi ningún problema (e incluso evita los contagios). Se tendrá que revitalizar las redes sociales y las actividades digitales, a pesar de que sabemos que es un mundo saturado y que responde más a fantasías que a realidades, que es donde la lucha social puede ofrecer su fuerza. Pero sin duda encontraremos formas de organizarnos y de actual que puedan ser compatibles con lo que parece que se avecina. Desde luego estaremos en un contexto de crisis de consumo y de libre mercado, con una más que probable racionalización de la distribución y de las necesidades, que pueden redirigirse desde su posición probable (que es desde el Estado) hacia el conjunto de la gente organizada, en una especie de ensayo de lo que entendemos del comunismo libertario2. Ojalá podamos encontrar mejores formas y fortalecernos en alguna forma pueda desarrollar el «movimiento».

En una cosa sí ganará el capitalismo: se incrementará la atomización social, fomentándose los aislamientos. En cambio, habrá mucha conciencia y responsabilidad con los demás en los contextos de pandemias más o menos peligrosas. Cabe replantear estos valores, que siempre ha defendido el anarquismo (la autodisciplina, conciencia social, problemáticas colectivas…) para poder aplicarlos en el futuro inmediato que se nos avecina.


Francisco José Fernández Andújar

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